Introducción
Al comenzar la década de los 20, el hormigón armado estaba ya plenamente aceptado como material de construcción en España. Se contaba con la experiencia de muchas obras, la necesaria base teórica y una incipiente regulación normativa.
Las autoridades competentes encontraron en la nueva técnica constructiva la solución para poder acometer la ingente cantidad de obras públicas programadas en sus planes de desarrollo.
El ingeniero Zafra, pese a su prematuro fallecimiento en 1923, logró hacer escuela. Sus discípulos continuaron los estudios e investigaciones, ampliando las aplicaciones del nuevo material a elementos estructurales inéditos, como las láminas. Técnicos de primera fila, como Ribera o Alfonso Peña, impartieron sus conocimientos desde las aulas y los asentaron con sus escritos y con sus obras. En concreto Ribera, en cuya empresa se formaron ingenieros como Eduardo Torroja o José Entrecanales, llevó a cabo una enciclopédica sistematización del arte de construir puentes de hormigón armado.
Los 20 fueron por otra parte años de relanzamiento económico, en los que la construcción, especialmente favorecida por el régimen de Primo de Rivera (1923-1930), experimentó un desarrollo extraordinario. Las autoridades competentes encontraron en la nueva técnica constructiva la solución para poder acometer la ingente cantidad de obras públicas programadas en sus planes de desarrollo. En el campo de las infraestructuras viarias, este empeño dio lugar a la redacción de las Colecciones oficiales de carreteras y ferrocarril de hormigón armado.
La culminación de esta etapa la puso una renovadora generación de técnicos, denominada del 27 por simplicidad, que hicieron de las estructuras de hormigón armado uno de los elementos distintivos, si no esencial, de sus proyectos. Nombres legendarios para la ingeniería y arquitectura españolas como Torroja, Fernández Casado, Sánchez del Río, Zuazo, Fernández Shaw, Arniches y Domínguez, Sánchez Arcas o el grupo GATEPAC consagraron la técnica con sus magistrales realizaciones de los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil. Así quedó definitivamente superado el tiempo de los orígenes del hormigón armado en nuestro país.